Dr. Benjamín Santiago, vicepresidente Política Médica de Triple-S, junto a la Dra. Lillian Haddock y la Dra. Ana Judith Román García, dos de las exaltadas al Salón de la Fama de la Medicina Puertorriqueña y el Sr. José Julián Álvarez, quien fuera presidente de Cruz Azul. 

Como médico y ciudadano comprometido con el bienestar de Puerto Rico y el fortalecimiento del conocimiento, me sentí muy emocionado al participar en la celebración de la exaltación al salón de la fama de figuras prominentes en la historia de la medicina en Puerto Rico hecha por el Salón de la Fama de la Medicina Puertorriqueña.  Estos han sido galenos e instituciones que han abierto camino para la humanidad.

En la ceremonia, se reconoció a la Dra. Amalia “Mayín” Martínez Picó, con 93 años, y la primera cardióloga pediátrica.  Entre sus muchos logros, estableció un Programa Preventivo de Enfermedades Cardiovasculares para Puerto Rico que fue determinante en eliminar la fiebre reumática durante la década del 70 cuando sirvió en el Departamento de Salud.  También, le impartió un sentido de humanidad al hospital pediátrico al crear un salón infantil de juegos y sillones para las madres.

Igual, la Dra. Lillian Haddock, quien, como endocrinóloga tras completar la subespecialidad en Johns Hopkins en 1959, se dio a la tarea en los años 70 de establecer un plan para atender la diabetes en Puerto Rico. Además, fue una académica e investigadora reconocida con 80 publicaciones y se le reconoce haber logrado la reacreditación de la Escuela de Medicina en 1977.

Y qué uno puede decir de la Dra. Ana Judith Román García, quien a la lo largo de su vida ha sido impulsada por su curiosidad, determinación y pasión por servir a pesar de todo lo que se podría interpretar como obstáculos.  Su corta edad cuando entró a la universidad (14 años), ser mujer en una época en la cual había pocas mujeres en medicina, su raza y la falta de recursos económicos no impidieron su trayectoria. Estudió medicina en Montpellier, a pesar de que cuando partió para Francia no hablaba francés.  Fue la primera mujer neuróloga de Puerto Rico en 1960. Por sus ejecutorias, le otorgaron una beca en Harvard sin haberla solicitado, la aceptó con todo y que ya era madre.  También recibió una beca para hacer rotaciones en los centros de electroencefalografía de Europa.  Cerca a cumplir los 92, todavía está activa en su vida profesional.

El Dr. Norman Maldonado es otro modelo extraordinario.  Hematólogo reconocido en Puerto Rico y fuera, con 70 publicaciones científicas en las cuales fue autor o coautor, también fue rector del Recinto de Ciencias Médicas y participó en la formulación de política pública y fuera de los múltiples logros como Rector del Recinto de Ciencias Médicas, creó las clínicas ambulatorias, activó el plan de práctica de la Facultad, logró la compensación diferida y que se mantuvieran todas las acreditaciones de los programas educativos.

Otros gigantes de la medicina que fueron reconocidos al ingresar al Salón de la Fama de la Medicina en Puerto Rico ya no están con nosotros, pero nos dejaron un importante legado.  Ese es caso del Dr. Isaac González Martínez, reconocido oncólogo, estableció la Liga Puertorriqueña contra el Cáncer y buscó tratar gratuitamente a pacientes con cáncer. Abierto a la colaboración, trabajó de cerca con el Dr. Bailey Kelly Ashford para erradicar la uncinariasis que causaba anemia en los puertorriqueños.  Las investigaciones del Dr. González Martínez identificaron la bilharzia, un nuevo parásito en 1904, descubrimiento que se reconoció internacionalmente en 1907. Hoy el hospital de cáncer en el Centro Médico se conoce como el Hospital Oncológico Dr. Isaac González Martínez.

El Dr. Bailey Kelly Ashford llegó a Puerto Rico durante la Guerra Hispanoamericana, casado con una mayagüezana dedicó toda su vida profesional a mejorar la salud de los puertorriqueños.  Sus investigaciones lograron identificar la causa de la anemia en las poblaciones rurales que eran la inmensa mayoría en esa época.  La falta de zapatos y letrinas provocaba que se infectaran con parásitos que le causaban anemia.  Los trató efectivamente con timol y promovió política pública para obtener fondos para calzados y la construcción de letrinas.  Logró curar a cientos de miles y bajar la mortalidad.  La uncinariasis se erradicó finalmente en la década del 60. Su trabajo se reconoció a nivel internacional. El Instituto Rockefeller utilizó sus conocimientos para una campaña similar en el sur de Estados Unidos.

Por otra parte, el Dr. Oscar Costa Mandry, como estudiante de medicina sobresaliente ganó, la medalla de oro en la Escuela de Medicina de la Universidad de Maryland y más tarde se especializó en patología y bacteriología en la Universidad de Columbia.  Se le reconoce como el padre de la tecnología médica en Puerto Rico.  Además, sus investigaciones establecieron el vínculo entre brotes de disentería y el paso de huracanes. Fue asesor de la Fundación Rockefeller para crear laboratorios en la República Dominicana y recibió la Orden Juan Pablo Duarte de la República Dominicana en 1930 por sus contribuciones a la salud de este país vecino.

Otra gran contribución para proveer más acceso a servicios de salud la hizo el Dr. Manuel de la Pila Iglesias, quien promovió legislación para establecer el primer plan de salud en Puerto Rico, que en ese entonces fue la Cruz Azul, hoy parte de Triple-S.  También se honró al Hospital Auxilio Mutuo y al Dr. Guillermo Picó Santiago, oftalmólogo ilustre. Estas mujeres y hombres contribuyeron a adelantar la medicina no tan solo en Puerto Rico sino más allá, a pesar de los retos que les tocó vivir.   Gracias al Salón de la Fama de la Medicina de Puerto Rico su historia está viva.  Sus ejecutorias sirven para alentarnos ante los retos que enfrentamos hoy.