Por: Roberto “Bobby” García Rodríguez
Principal oficial ejecutivo de Triple-S Management

Hace tiempo que vemos una creciente epidemia en nuestro entorno; me refiero al aislamiento social y la soledad. En días pasados organizamos el Primer Simposio sobre Aislamiento Social y Soledad, y las intervenciones de los oradores y testimonios del público causan consternación.

Nuestra oradora principal, la Dra. Julianne Holt-Lunstad, presentó datos contundentes sobre cómo el aislamiento social afecta la salud. Sus estudios han mostrado que el aislamiento social representa un riesgo a la salud física tan serio como fumar 15 cigarrillos al día. El aislamiento social aumenta el riesgo de mortalidad en 29% y un 25% por la mortalidad a causa del cáncer.  También aumenta el riesgo de desarrollar demencia, eventos cardiovasculares y derrames cerebrales.

La doctora Holt-Lunstad nos acompañó tras haber participado en la primera reunión en Francia sobre política, investigación y acción en contra del aislamiento social organizada por la Université Grenoble Alpes y la Iniciativa Global para Soledad y Conexión. Sin saberlo, nosotros también celebramos la primera reunión sobre política pública, investigación y acción en contra de aislamiento social. No es casualidad, pues la pandemia ha hecho más evidente el alto precio del aislamiento social en nuestra salud.

Depresión y ansiedad:  el impacto de la pandemia de COVID-19

En Puerto Rico hay numerosos factores de riesgo que agudizan el aislamiento social, entre ellos, la pérdida de un 11.8% de nuestra población durante la pasada década, al emigrar muchos individuos y familias jóvenes. Otro es el incremento en la población de 65 años o más, que representa 22% de nuestra población, una proporción mayor que Maine, el estado con la mayor tajada en Estados Unidos. Los factores socioeconómicos también inciden en el riesgo de aislamiento social y soledad.  En nuestro caso, 4 de cada 10 puertorriqueños viven en niveles de pobreza.

En el simposio contamos, además, con representación de tres organizaciones sin fines de lucro que sirven a tres comunidades distintas, Plenitud PR en Las Marías, Villa Contessa en Bayamón y Nuestra Escuela con comunidades escolares en Loíza y Caguas. Paula Paoli de Plenitud narró que durante la pandemia vieron la necesidad de llevarles a los adultos mayores en su comunidad comidas preparadas con el producto de su huerto. Cuando les entregaban la comida, a los “abus” les costaba despedirse por estar tan necesitados de compañía. Asimismo, descubrieron que algunos de ellos vivían en condiciones infrahumanas. No tenían a nadie.

Sin embargo, en la discusión del simposio quedó claro que el aislamiento social y la soledad no se limitan a los adultos mayores; también está presente entre jóvenes y adultos. Mariemi Sierra, quien está a cargo del talento humano en Popular Inc., expuso que la pandemia despertó una gran necesidad de servicios psicológicos entre sus empleados.  La alcaldesa de Loíza, la Hon. Julia Nazario, compartió cómo su madre, una mujer vibrante de 86 años, se había deteriorado ante el aislamiento y cayó en depresión. Otros del público, entre los cuales había representación del sector de salud, de agencias de gobierno, comunidades, fundaciones, universidades y sector privado, también compartieron historias de personas que no tienen a nadie.

Terminamos con una discusión entre gobierno estatal, municipal, sector privado y sector filantrópico sobre los pasos que podemos y debemos tomar para atender esta creciente epidemia. Nos urge medir el problema e investigarlo. Tal como dijo la Dra. Melissa Marzán, en epidemiología social, el problema que no se mide no se puede atender. Hay necesidad de investigar, hay necesidad de política pública y, sobre todo, de acción. 

Somos seres sociales. Y queda claro que el antídoto para el aislamiento social es fomentar las conexiones. De hecho, la doctora Holt-Lunstad recomendó que ejecutemos una gama de acciones y que nos enfoquemos, sobre todo, en la prevención. El campo para actuar es amplio, tanto en la salud, como en el diseño de viviendas, la transportación, el rol de las escuelas y mucho más. Ya dimos un primer paso de la mano de otros sectores en el simposio. Ahora nos toca actuar juntos. El incentivo es claro; según los estudios, las conexiones sociales aumentan la expectativa de vida en 50%. Ser social es ser saludable.

Para más información sobre este tema, puedes acceder a: https://grupotriples.com/socializaressaludable